lunes, 17 de febrero de 2014

Ramón



Ramón adoraba o circo. Tanto que pronunciou algún dos seus discursos subido a un trapecio ou montado ao lombo dun elefante. Tanto que en 1917 escribe El circo, prologado polos seus amigos os irmáns Fratellini, paiasos moi coñecidos na súa época. Tanto que na súa tarxeta de presentación pódese ler:Ramón Gómez de las Serna, cronista circense. Tanto que o mesmo Alberti lle adica estes versos cando morre:

elefante ramón payaso harina" "ramón timón tampón titiritero / incongruente inverosímil pero / ramón genial ramón sólo ramón".

O que reproducimos a continuación é un fragmento do discurso que pronunciou subido ao trapecio do Gran Circo Americano, onde fala dos irmáns Fratellini:

El circo, además, está más cerca del arte puro y nuevo que el teatro al uso, creencia antigua en mí que ahora he visto reflejada en París viendo cómo la firma de los grandes clowns, los Fratellini, figura como una cabriola necesaria en el conjunto de un álbum que inicia Picasso –y en el que no figura ningún actor-, así como también los mismos Fratellini dan lecciones de circo en Le Vieux Colombier, donde solo hay cátedras de arte puro.

(Discurso recollido en Automoribundia, 1948)





"El orador de trapecio -nuevo género de oratoria- tiene que ser breve por fuerza, porque carece de agua con que refrescar y fertilizar su oratoria. Yo, habrá un momento en que me quedaré un poco afónico, lengüicortado, y no tendré más remedio que callar. No he querido que me pusiesen el cacharrito de los loros, porque entonces hubiera resultado el verdadero loro de la oratoria. [...] Así, por primera vez, realizo yo con franqueza lo que muchos oradores hacen sin darse cuenta: columpiarse y estar en el trapecio de la coladura. Sólo sabiendo como yo ahora que se está de verdad de trapecio, no se está en la higuera."

(Ramón Gómez de la Serna, "Apéndice" a El circo, en la edición de Barcelona: Janés, 1943.)



DE MONÓCULOS,LUVAS E GALIÑAS.

Las greguerías las inventó Ramón un día de verano, en el balcón de la casa familiar de la calle de la Puebla. Pero eso no significa que no existiese la greguería antes: existía, y el propio Ramón recoge una extensa selección de greguerías "avant la lettre" en el prólogo de su selección de greguerías. De la greguería se ha dicho (él mismo) que es igual a metáfora más humorismo. Es eso y no lo es. La greguería es como la obra de arte: no basta con que lo sea desde un punto de vista objetivo, deber haber sido hecha con esa intención: el arte es la vida. Pues la greguería igual: Si no ha sido escrita en ese estado de descomposición, entregado el escritor a la influencia desorganizada del entorno, de los objetos y del paisaje que le envuelve o, peor aún, si no se deja llevar y se resiste a la quietud silenciosa de los objetos sin dejar que le susurren el recuerdo inventado de lo que nunca hicieron, si no se deja desaparecer y no ofrece su pluma a los mudos e inanimados, podremos estar seguros de que el resultado será cualquier cosa menos una greguería. qué es la greguería En el prólogo a uno de sus libros de greguerías, cuenta Ramón cómo nacieron, dónde y cuando. "La cosa sucedió en el piso primero derecha de la casa número 11 de la calle de la Puebla, en la villa y corte de Madrid. Era un día aplastado por una tormenta de verano. Tenía hinchada la frente. Me asomaba al balcón y volvía a meterme dentro y a sentarme. Vivía aún don Jacinto Octavio Picón -secretario perpetuo de la Academia-, y yo ya estaba harto de don Jacinto Octavio Picón. Sobre mi mesa, las tijeras, abiertas como cuando los pelícanos abren el pico los días de calor, estorbaban la idea. Las cerré. Por fin, en una última llamada del balcón, dándome un golpe contra la esquina del diván al salir a buscar lo que estaba entre el cielo y la tierra, encontré la invención de la greguería. Sí... Yo quería decir, yo había pensado... recordando el Arno en Florencia... frente a aquella pensión en que habité... que... que la orilla de allá... Sí, la orilla de allá quería estar a la orilla de acá... Eso, ese deseo inaudito pero real... Esa perturbación de la estabilidad de las orillas, ¿qué era?... Era... "una greguería". Así me salió del bombo central "esa" palabra que no sabía lo que significaba y fui al diccionario para ver lo que era..." Y un poco antes indicaba Ramón: "Era "greguería" aún en singular; pero yo planté esa bolita y tuve un jardín de greguerías. Me quedé con la palabra por lo eufónica y por los secretos que tiene en su sexo. Greguería, algarabía, gritería confusa. (En los anteriores diccionarios significaba el griterío de los cerditos cuando van detrás de su mamá.) Lo que gritan los seres confusamente desde su inconsciente, lo que gritan las cosas." Y también: ¡Qué difícil trabajar para que todo resulte un poco deshecho! Pero así es como damos el secreto de vivir. La prosa debe tener más agujeros que ninguna criba, y las ideas también. Nada de hacer construcciones de mazacote, ni de piedra, ni del terrible granito que se usaba antes en toda construcción literaria. ... La greguería es el atrevimiento a definir lo que no puede definirse, a capturar lo pasajero, a acertar o a no acertar lo que puede no estar en nadie o puede estar en todos". En su exaltación de lo pequeño, de la descomposición de la realidad, de la trivialidad, Ramón encuentra la greguería, que es como el ladrillo de todas sus construcciones deslavazadas. opiniones Las greguerías son como cuando alguien te coge del brazo cuando vas paseando con él, es siempre para decirte algo al oído, una confidencia a la que no hace falta prestarle demasiada atención, es suficiente con oírla y seguir paseando juntos... a la espera de otra. Camón Aznar, en su libro citado: "Una de las capacidades geniales de Ramón es la de subrogarse en el alma de las cosas: Se convierte él mismo en cosa, en chimenea, en puerta al cerrarse, en ciprés en pie, en farola, y desde esa esencia interpreta el mundo". Francisco Umbral: "La greguería informa y nutre su estilo, su poética, pero la greguería aislada puede dar en muchas ocasiones esa sensación de resorte automático que a hacerla fatigante. No se pueden leer muchas greguerías seguidas como no se pueden leer veinte sonetos de golpe. El automatismo del género, que en principio deslumbra, en seguida fatiga."

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